Desde la ciudadanía multicultural se
entiende al sujeto como parte de una diversidad y, que además pueda gozar de
derechos particulares, especialmente los grupos minoritarios. De esta
diversidad, se pueden identificar dos grupos; los poliétnicos y los nacionales,
los cuales deben de cumplir con ciertas características como- tener un origen
fundacional, y haber sido gobernado institucionalmente, tener una historia,
cultura, y lengua común (Kymlicka, 1996). Asimismo, Appiah (2008) señala que la
ciudadanía debe ser inclusiva entre las distintas culturas, que puedan
promoverse distintos vínculos que permitan generar compromisos desde las
personas hacia la sociedad y viceversa. Este ejercicio de reconocimiento debe
tener el potencial de incluir la vida -cultura- de las personas en las
distintas formas de convivencia social, lo cual pueda ser una manera de
responder a la fuerza homogeneizadora de ciertos grupos frente a algunas
minorías.
En ese sentido, de acuerdo a ambos
autores la ciudadanía de por sí, debe de cumplir ciertas características y las
minorías tendrían que ser consideradas y reconocidas por la sociedad en
general. Por ejemplo, la ausencia del reconocimiento de estos, puede generar
ciertas discrepancias e incluso conflictos con los grupos mayoritarios o que
gozan de ciertas comodidades que Estado les provee, y la sociedad le concede;
basta con revisar experiencias de conflicto como los que se dieron en Bagua,
donde el Estado negó reconocer los derechos de los pueblos Awajun y Wanpis para
poder decidir sobre sus tierras y ejercer sus derechos como pueblos indígenas
sobre su territorio, esto terminó ocasionando un conflicto inmenso; a causa de
la falta de reconocimiento de la cultura y la deficiente atención del Estado
hacia estas poblaciones, que de por sí son étnico y culturalmente distintas a
la mayoría hegemónica en nuestro país.
Kymlicka (1996) se ocupa de tres
argumentos para explicar el marco liberal y su defensa de estos; entre ellos
encontramos el argumento de la igualdad, el histórico y de la diversidad. En el
primer argumento- de igualdad- discute, si será importante dar ciertos derechos
especiales a las minorías o tendría que concederse derechos por general a
todos, sin distinción de raza u origen. En esa línea, entiendo que no todos
parten de una misma línea o piso homogéneo en la sociedad, existen ciertas
mayorías beneficiadas por determinadas políticas, que muchas veces beneficia a
una amplia mayoría y perjudica a ciertas minorías. Entonces ¿qué hacer para
enfrentar esta situación de desigualdad de oportunidades y acceso a derechos? Desde
lo planteado por el autor, se debería aplacar las desventajas de las cuales
pueda tener una minoría relacionada con su pertenencia cultural, permitiéndole
el acceso a ciertos derechos especiales y sobretodo a un tipo de justicia
imparcial, que permita el reconocimiento de estas minorías en desventaja.
El segundo argumento- el histórico-
indica, que los derechos de las minorías también han sido originados por pactos
y tratados hechos por los pueblos indígenas; un ejemplo de este podría ser los
derechos ganamos por los pueblos originarios en Perú, de hecho que fue a pulso
y como consecuencia de un conflicto como el de Bagua, sin embargo, pudieron demandar del Estado derechos
como: el derecho a la consulta previa, el derecho al uso de sus lenguas
originarias en el territorio nacional. Como también, este proceso y pacto nacional,
generó que se pueda implemental el actual Ministerio de Cultura. De hecho que,
estos pactos pueden ser de naturaleza nacional e internacional, como el
convenio 169 de la Organización Mundial del Trabajo, donde los estados miembros
se comprometen a proteger ciertos derechos de los pueblos indígenas
originarios. Así también, se visibiliza la potestad de estos grupos
minoritarios a su libre autodeterminación y que de esta manera puedan
confederarse en un tipo de estado que le permita acceder a derechos concertados
por ellos, y sean respetados en un espacio de convivencia voluntaria.
El tercer argumento -la diversidad-
permite que puedan protegerse los derechos diferenciados de las minorías
respecto a la cultura que tienen; es decir, que se respete la cultura,
prácticas, vivencias y formas de vida de las minorías que sean diferentes a la
mayoría hegemónica. Este argumento serviría como punto de quiebre y defensa de
las menorías frente a situaciones de exclusión y discriminación. Queda pendiente
el tema de generar una ciudadanía que permita reconocer a las poblaciones como
sujeto de derecho; es decir, cuando se trata sobre las poblaciones en minoría,
se debe de reconocer el derecho de estas a poder ejercer su derecho a voz, voto
y veto en las decisiones que el Estado y la sociedad puedan tomar desde las
políticas gubernamentales hasta procesos de participación, extracción minera,
elección de sus representantes y la capacidad de poder oponerse frente a algo
que pueda perjudicar su vida comunitaria y colectiva, entre otro procesos
socioeconómicos y sociopolíticos.
Cuando Kymlicka (1996) menciona que se
debe asegurar la defensa de las minorías,
no solo lo hace como un ejercicio retórico de demostrar esta problemática, sino
también como una perspectiva propositiva por generar mecanismos políticos,
éticos y sociales por escuchar la voz de los que no la tienen. Asimismo, señala
que la representación política de los grupos minoritarios debería ser reflejada
en la diversidad de estos y su proporcionalidad dentro de los distintos poderes
de los países –son solo del poder legislativo; entonces, eso haría que se
garanticen derechos para estos grupos. Si este tipo de representación se daría
en nuestro país, se podrían generar propuestas desde los legítimos
representantes de estas minorías desfavorecidas, se podría mitigar ciertas
vulnerabilidades a las cuales están expuestas las minorías pocamente
representadas. Por ejemplo, los pueblos indígenas, la comunidad LGTBI, las
comunidades campesinas, etc. Quienes de cierta manera no gozan de los derechos
y presencia del Estado como la amplia mayoría de peruanos que viven en las
ciudades o pertenecen a una clase social con ciertos matices occidentales (más
por forma que por fondo), sin olvidar que somos un país de origen andino,
amazónico y pluricultural.
Así también, desde una perspectiva
crítica se podría decir que el camino representacional es complejo y
complicado, ya que existen distintas maneras de buscar una representación,
desde perspectivas legislativas que permitan el acceso a derechos de los grupos
minoritarios, como también la generación de comisiones y representantes que
puedan defender y proponer nuevas políticas para proteger a los que menos
acceso tienen a la justicia, educación, salud, vivienda, etc. Además, indica
que hay experiencias donde tener un representante de origen étnico al del grupo
minoritario no garantiza que este pueda generar políticas favorables a estos, o
que puedan generar acciones para organizar y fortalecer a estos grupos minoritarios.
En ese sentido, se puede plantear una representación especial, que permita el
respeto de los derechos del grupo al cual representa, pero también tiene que
respetar a la mayoría que está favorecida. Es así, que este proceso, debe
igualar las situaciones de desventaja y desigualdad económica y política de los
grupos desfavorecidos, por el reconocimiento y reivindicación de los derechos
de quienes vivieron una condición de inequidad y exclusión (Kymlicka, 1996).
Appiah (2008) plantea un concepto importante
denominado como ciudadanía del mundo -cosmopolitismo-. Y de hecho, genera una
cierta atracción el valor testimonial del texto, además que, pretende explicar
desde la filosofía griega con Diógenes, Cicerón, entre otros de la época, las
identidades individuales y colectivas que se puedan generar. Asimismo, estas
identidades se resignifican a nivel personal, regional y nacional, cada una
desde un punto de vista distinto pero compatible con lo que pueda darse dentro
de un contexto de convivencia social.
La idea del cosmopolitismo como el
reconocimiento universal del cuidado del ser humano, y además de esto reconoce
la diversidad que pueda existir, en relación a la tolerancia entre los hombres,
a sus conocimientos y a sus prácticas; de una relación dialógica entre diversos
grupos, diversas creencias y religiones, diversas razas y étnicas, y culturas,
incluso un diálogo de distintas naciones y nacionalidades (Appiah, 2008). Este
ejercicio y vínculo relacional debe darse entre lo general, específico y particular;
por ejemplo, en el mundo existen identidades regionales, entre europeos y
latinoamericanos, identidades dentro del mismo país, como negros, cholos,
mestizos, etc. Es así, que el cosmopolitismo de por sí, respeta las culturas
como a las personas mismas, las considera importantes dentro del sistema social
y político, haciendo responsable al ser humano de sus actos, de su vida. De
esta manera pueda contribuir a construir un sistema donde prime la escucha, el
aprendizaje y la conversación genuina de quienes conviven en un mismo sistema
político, económico, social, religioso, entre otros y se pueda generar una
mejor convivencia desde las distintas miradas- pensamientos- culturas-
sociedades.
En la entrevista que le hace Gamper en
mayo del 2008, Appiah señala algunas reflexiones importantes en torno a su obra
del cosmopolitismo, como por ejemplo establecer una conversación auténtica sin
mayor número de presupuestos, sino más bien la disposición de querer conversar
y compartir con el otro; y en realidad, creo que la idea de Appiah es que las
personas se dejen impactar por el otro, por su cultura y su propia vida.
Indicando que un valor primordial es la ética en las personas-la cual va más
allá de los parámetros morales, en ese sentido esta ética permita configurar
sus acciones y disfrutar de su libertad sin hacer daño. Ahora bien, los
ejemplos que el autor presenta son expositivos y representativos, lo cual
permite a lo que él deliberadamente tiene la intención de llegar, que es la
reflexión teórica a partir de ejemplos prácticos; incluso lo que señala, que
por más que fallemos en la teoría, en la práctica las personas cosmopolitas
tienen que ejercer un sentido común de querer mejorar y convivir junto al otro,
podría interpretarse, que la persona sea feliz, y esto lo hace a través de
casos reales y concretos, como su valor testimonial de compartir su historia
familiar, los ejemplos diversos de Europa o los inmigrantes en Estados Unidos,
entre otros. Ahora bien, estas reflexiones a partir de ejemplos y conceptos
sustentados por el autor me interpelan sobre lo que realmente se está viviendo
en nuestro contexto; de un país que todavía excluye de la ciudadanía a sus
habitantes y que otorga ciertos derechos a unos y restringe a otros de los
mismos. Queda un camino pendiente (abismal), por entender el sistema cultural y
social, tan complejo y diverso, distinto y con similitudes locales, regionales
y nacionales. De hecho, el reto está en encontrar aproximaciones entre las
culturas hacia la búsqueda y total encuentro de un cosmopolitismo compartido.
Conclusiones
-
En
ciertas decisiones de gobierno, las mayorías eligen desde su estado de confort,
desde el velo de vivir en un sociedad unidimensional; la cual genera un suerte
de pensamiento -que viven en un sola cultura- y que las demás son irrelevantes
para la vida social, económica y política del país.
-
La
vida política, cultural y social de un país debe estar garantizada de cierta
manera por un cuota representativa grupal para que las poblaciones menos
favorecidas puedan tener un suerte de representación especial que les permita
ser escuchados y ser identificados como parte de un país desde sus propios
representantes y, hacer que reste de una mayoría hegemónica pueda reconocerlos
como ciudadanos dignos de respeto y merecedores de una sociedad que antes de
excluir, pueda convivir con todos y para todos.
-
Las
minorías, aparte de tener voz en el sistema político de un país, también puedan
expresar sus preocupaciones y aspiraciones dentro un contexto democrático que
los acoja y no los expulse.
-
El
hombre cosmopolita moderno, es aquel que puede reconocer lo universal de ser
humano, digno de respeto y buena convivencia, pero también tiene la capacidad
de poder reconocer la diversidad de culturas que pueden existir en su entorno,
sin desvalorizar ni vulnerar al otro; no por un gesto altruista de respeto y
tolerancia, sino como un hábito de respetar al otro por el solo hecho de su
condición humana.
-
Las
identidades tienen que construirse desde el reconocimiento del otro, de manera
individual o colectiva, pues será esta mirada la que permita ver a las personas
más allá de su individualidad y puedan generar vínculos de solidaridad.
Bibliografía
-
Kymlicka,
W. (1996). Ciudadanía multicultural.
Barcelona: Editorial Paidós, pp.151-209.
-
Appiah,
K. (2008) Mi cosmopolitismo.
Barcelona: Centro de Cultura Contemporánea, pp. 9-80.